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El mundo del vino ha evolucionado muchísimo. Quizá eres de los que recuerda cuando era pequeño e iba a la bodega que estaba al lado de tu casa a rellenar esa botella o, de los que recuerda cómo un familiar suyo decía eso de “me voy a tomar un chatillo”.

De la bodega fuimos, poco a poco, interesándonos por los diferentes tipos de uva, por los vinos de unas zonas u otras, de los diferentes tipos de botella para un tipo de vino u otro, y fuimos haciendo un hueco en casa para diferentes utensilios (decantador, vaciador de aire o sacacorchos de lo más sofisticados).

Las bodegas fueron preocupándose por la estética arquitectónica (de todos es conocida la bodega de Elciego) y, aparecían en nuestras rutas de viaje. Cada vez más, tiendas y bodegas ofrecen catas a sus clientes para ir difundiendo esta cultura. Ya no suena extraño eso de “prueba este caldo” (y no referirte a una sopa); este vino es “redondo”; sabemos lo que es un enólogo o winemaker e incluso, intentamos saborear y poner en práctica los consejos de las catas.

Y esta evolución, ¿dónde nos ha llevado?

Ya no hace falta tener un restaurante o ser una bodega para tener un “buen caldo” en su punto exacto.

Este interés por el vino ha hecho que, en los diseños de cocina familiar, se incorporen (cada vez más) conservadores de vino o, comúnmente llamadas, vinotecas. Las hay de más o menos secciones de frío , tipo nevera o integrada, de diferentes acabados y, con posibilidad de cambiar la apertura de puerta para que se adapten a las condiciones de cada cocina.

Ya no hay excusa para no degustar de un buen vino y que tenga la temperatura idónea.